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En la avenida Raamstraat, en pleno centro de La Haya, una nube de gas lacrimógeno se eleva en el aire mientras la policía antidisturbios avanza con firmeza. Los gritos de los manifestantes se mezclan con el ruido de los objetos impactando contra los escudos policiales. Es sábado, y la tensión ha estallado en una protesta que se convirtió en un campo de batalla.
Todo comenzó como una manifestación pacífica, organizada por un activista de extrema derecha que reclamaba políticas más estrictas sobre la inmigración y el asilo. Sin embargo, la tranquilidad se desvaneció cuando miles de personas, muchas de ellas portando banderas neerlandesas y de grupos ultraconservadores, comenzaron a enfrentarse con las fuerzas del orden.
“Estábamos aquí para protestar, pero no para esto. Había gente lanzando piedras y botellas, y la policía no pudo contenerla”, dice Jeroen, un manifestante de 27 años que asistió a la protesta con su esposa. “Vi a un compañero de trabajo que se desmayó por el gas. No creía que la policía fuera a usar tantas armas contra nosotros.”
La tensión no es nueva en los Países Bajos. A menos de un mes de las elecciones generales, el tema de la inmigración ha sido una de las principales preocupaciones de la derecha y la extrema derecha. La historia de un país que ha sido tradicionalmente una puerta de entrada a Europa para refugiados y migrantes se está reescribiendo con un tono cada vez más conservador.
“La llegada masiva de inmigrantes, especialmente de países en conflicto, ha cambiado el rostro de nuestras ciudades. La gente se siente desplazada y busca respuestas en políticas más duras”, explica Clara, antropóloga y experta en movimientos sociales, que ha estado estudiando las dinámicas de la inmigración y la xenofobia en Europa.
La política de asilo y la integración de refugiados han sido temas polémicos en los últimos años. La recesión económica y el aumento de los costos de vida han exacerbado las tensiones, y los partidos de extrema derecha han aprovechado esta situación para ganar adeptos.
Para muchos habitantes de La Haya, la violencia de ese sábado no es solo un incidente aislado. Es el reflejo de una sociedad que se está fragmentando.
“Vi a un policía herido en el suelo. No sabía si ayudarlo o correr. Todo era confuso y aterrador”, relata Sofía, una mujer de 35 años que vive cerca del lugar de los disturbios. “No entiendo por qué esto ha llegado a tal extremo. No queremos vivir en un país donde la violencia sea la respuesta a las diferencias.”
Las consecuencias de los disturbios se extienden más allá de las calles. La agresión a las oficinas del partido D66, uno de los principales partidos de centro-izquierda, dejó un rastro de destrucción y miedo. Rob Jetten, líder del D66, condenó el ataque en X, la plataforma de microblogging.
“Scum. You keep your hands off political parties. If you think you can intimidate us, tough luck. We will never let extremist rioters take our beautiful country away,” escribió Jetten.
La policía ha respondido con determinación, arrestando a 30 personas y anunciando la posibilidad de más detenciones en los próximos días a medida que revisan las grabaciones de las cámaras de seguridad.
“No podemos permitir que un grupo de violentos ponga en peligro la seguridad de nuestra ciudad. La ley se aplicará con todo rigor”, declaró un vocero del gobierno local.
Sin embargo, la reacción no se ha quedado solo en las autoridades. Organizaciones civiles y grupos de defensa de los derechos humanos han condenado la violencia y han llamado a la población a la calma y al diálogo.
“Este es un momento crítico para nuestro país. La violencia no es la solución. Necesitamos construir puentes, no muros”, afirmó Alex, activista social y fundador de una ONG local que trabaja con jóvenes en riesgo de exclusión.
En el fondo, la pregunta que queda en el aire es si esta escalada de tensiones y violencia es el síntoma de una sociedad que ha perdido el rumbo. Mientras los neerlandeses se preparan para las elecciones, la sombra de la división y el miedo sigue flotando sobre la capital, esperando una respuesta que pueda unir, en lugar de dividir.
El mundo está lleno de algoritmos que deciden quién vive, quién muere, quién puede soñar. Pero nadie les preguntó a los que no tienen internet.
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Publicado: 2025-09-20 16:07:00