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En la sala 205 del Palacio de Justicia de Tirana, un silencio denso se instaló. El papel blanco de la pared, virgen de cualquier adorno, parecía reprochar el ruido de las sirenas que aumentaban en intensidad. Aquí, en este lugar sagrado de la ley, el hombre de la toga, Astrit Kalaja, yacía en el suelo, rodeado de un charco de sangre. La muerte había llegado al corazón de la justicia.
El lunes, un hombre de 30 años, identificado con las iniciales E. Sh., abrió fuego dentro de la sala de audiencias durante el juicio. La víctima fatal fue el juez Astrit Kalaja, quien murió en el camino al hospital. Dos personas más resultaron heridas, pero sus lesiones no revisten gravedad. El sospechoso, tras la huida inicial, fue arrestado más tarde por la policía.
El caso que se estaba ventilando ese día, según la lista de la corte, estaba relacionado con una disputa de propiedad. Las autoridades aún no han revelado detalles sobre el motivo del ataque, lo que ha dejado a la ciudad de Tirana en un estado de shock y tensión.
La justicia en Albania ha sido un pilar débil desde hace años. Después de las profundas reformas judiciales iniciadas en 2016, apoyadas por la Unión Europea y Estados Unidos, la esperanza de un sistema más transparente y eficiente comenzó a tomar forma. Sin embargo, esta transformación ha venido acompañada de retrasos masivos en el procesamiento de los casos.
«Cuando llegué a la corte, me dijeron que mi caso se pospondría por un mes más. Esto es lo que he estado escuchando durante tres años», dijo Hana, una mujer de 45 años que lleva años luchando por la custodia de sus hijos en un tribunal de Tirana. «La justicia aquí se siente como una eterna espera, un bucle sin fin.»
Los retrasos judiciales no solo son frustrantes para las partes involucradas, sino que también generan un clima de impunidad y descontento. Este incidente en la sala 205 es un violento recordatorio de las tensiones latentes que la lentitud de la justicia puede provocar.
En el piso de la corte, los restos de la vida de Astrit Kalaja se mezclaban con los de los presentes. La toga desgarrada del juez, el papel de procesos legales desparramado y la mirada atónita de quienes presenciaron el caos.
«Astrit era más que un juez. Era un amigo, un mentor. Ahora, cada vez que me siente en su silla, siento un vacío que nunca llenará nadie», confesó Ani, un asistente judicial de 27 años. «La corte ya no es el mismo lugar. La seguridad es una ilusión, y la justicia, un sueño lejano.»
La violencia en los tribunales es un fenómeno raro, pero no desconocido. En Albania, como en muchos países, la impaciencia y el desespero pueden llegar a un punto de ebullición, especialmente cuando las respuestas judiciales se demoran demasiado. La muerte de Kalaja es un llamado a revisar no solo la seguridad en los tribunales, sino también la eficiencia y la efectividad del sistema judicial.
La reacción oficial no se hizo esperar. El jefe de la policía de Tirana, Ardian Kraja, aseguró que se están tomando medidas para reforzar la seguridad en todas las cortes del país. Sin embargo, los familiares y colegas de Kalaja piden más que palabras. Piden acciones concretas y una verdadera reforma del sistema.
En un pequeño café a pocos metros del Palacio de Justicia, una mujer de nombre Amira, abogada de 32 años, reflexiona: «Es inaceptable que un lugar de justicia se convierta en un campo de batalla. La justicia no puede ser solo una idea abstracta. Debe ser tangible, accesible y segura.»
La noche cae sobre Tirana, y con ella, el peso de una tristeza compartida. La ciudad se prepara para un duelo silencioso, pero el clamor interior de sus habitantes sigue resonando. La muerte de Astrit Kalaja es un capítulo trágico, pero también un llamado a la acción. Un recordatorio de que la justicia no puede esperar, que las vidas de las personas dependen de la eficacia y la integridad del sistema que se supone debe protegerlas.
El mundo está lleno de sistemas que fallan y vidas que se rompen. Pero en el silencio de la sala 205, donde una toga y un sueño fueron dejados atrás, la pregunta persiste: ¿Hasta cuándo más esperaremos?
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