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En un mundo donde la inteligencia artificial (IA) está cada vez más presente, la promesa de que pueda escribir el 90% del código en solo seis meses ha dejado a muchos desarrolladores con la sensación de que están a punto de ser reemplazados. Pero, ¿es realmente así? Colton Voege, un ingeniero de software de 32 años con sede en Bogotá, Colombia, decidió poner a prueba estas herramientas. «Es como tener un asistente que te da atajos, pero no resuelve todos los problemas,» comenta Voege, que antes fundó una startup con el apoyo de Y Combinator.
Los CEO de empresas tecnológicas como Anthropic, Meta, Amazon, Google y Microsoft han alardeado de las capacidades de las grandes redes de lenguaje (LLMs) para generar código. En marzo, Dario Amodei, CEO de Anthropic, afirmó que «estaremos allí en tres a seis meses, donde la IA escribirá el 90% del código.» Sin embargo, la realidad es más compleja.
Boris Cherny, jefe de Claude Code en Anthropic, reconoce que «cada línea de código debe ser revisada por un ingeniero.» Además, admite que las cifras exactas de cuánto código es realmente escrito por la IA aún están en estudio. «Es como tener un experto programador sentado a tu lado, pero al final, el trabajo lo hace un humano,» explica Cherny.
Simon Willison, un investigador independiente de IA en Buenos Aires, Argentina, señala que aunque es plausible que la IA pueda escribir altas porcentajes de código, «necesitarás la misma cantidad, o incluso más, de personas involucradas en el proceso.» La IA no puede resolver problemas de alto nivel como los ingenieros, y su verdadera utilidad depende del contexto y la experiencia del usuario.
Willison compartió su experiencia: «Para ciertas tareas, un programador experimentado puede aumentar su productividad entre dos y cinco veces con la ayuda de la IA, a veces más.» Sin embargo, la adopción masiva de estas herramientas ha llevado a un fenómeno llamado «workslop,» donde los programadores usan IA sin necesidad, generando más trabajo para sus colegas.
Andrés Ramírez, ingeniero de software de 28 años, Amazon Colombia:
«Mi jefe estaba tan entusiasmado con la IA que pensó que un proyecto complicado podría hacerse muy rápido. Nos dio una bola de código que nadie entendía. Ahora estoy trabajando en volver a hacerlo desde cero.»
Luisa Gómez, desarrolladora de software de 35 años, fly.io México:
«La IA me ha ayudado a reducir tareas repetitivas. Por ejemplo, crear un prototipo rápido que antes tomaba una hora, ahora lo hago en cinco minutos. Pero no siempre es perfecto y a veces hay que revisar mucho.»
En empresas como Amazon, la presión para usar IA es intensa. «Se espera que uses más la IA y seas más eficiente. Si no lo haces, es como si estuvieras haciendo algo mal,» relata Andrés. Aunque la compañía asegura que no obliga a usar estas herramientas, la cultura corporativa lo sugiere de otra manera.
En Meta, un ejecutivo llamó a sus equipos a lograr una «productividad 5X» con la IA. En un caso más extremo, dos ingenieros fueron despedidos de una startup en San Francisco por no usar suficiente la IA.
Un estudio de METR, una organización sin fines de lucro que evalúa AI, mostró que ingenieros de software experimentados que usaron LLMs tardaron 19% más en completar sus tareas en comparación con sus colegas que no lo hicieron. En un sondeo nacional en Dinamarca, los ingenieros reportaron un ahorro de tiempo del 6.5%, siendo el más alto entre 11 profesiones.
A pesar de la retórica positiva, muchos ingenieros tienen reservas. «Hubo un momento en que Y Combinator apoyaba diferentes tecnologías, ahora es solo AI, AI, AI,» reflexiona Voege, quien dejó su trabajo para considerar un nuevo proyecto. «Es preocupante cómo se está canalizando todo el esfuerzo hacia una sola dirección.»
La JA no es un remplazo, sino una herramienta. Y mientras los ejecutivos siguen promoviendo sus capacidades, los programadores enfrentan una nueva realidad: la de adaptarse a una herramienta que puede ser útil, pero que no resuelve todos los problemas. La verdad detrás de la noticia es que, en el mundo del código, la IA aún tiene mucho camino por recorrer. Y en el fondo, todos sabemos que el valor humano sigue siendo insustituible.
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