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El sonido del disparo rompió la tranquila atmósfera de la oficina del concejo municipal de Weligama, a 150 kilómetros al sur de Colombo. Las miradas atónitas de los empleados y el silencio que siguió fueron testigos de un crimen que ninguna ciudadana o ciudadano debería presenciar.
Lasantha Wickramasekara, de 38 años, era el presidente del concejo municipal de Weligama. Miembro del partido de oposición Samagi Jana Balawegaya, había ganado una importante batalla política contra el partido gobernante. Este miércoles, su vida se apagó de la manera más cruel.
El asesinato de Wickramasekara es el primer crimen de este tipo en una ola de violencia que ha asolado Sri Lanka en los últimos meses. “Estoy en shock. Nunca pensé que esto pudiera suceder aquí, en nuestra pequeña ciudad”, dice Hiran Perera, un vecino de 52 años que trabajaba en la oficina ese día. “Escuché el disparo y vi a Lasantha caer. Corrí hacia él, pero ya era demasiado tarde.”
La verdad es que la violencia en Sri Lanka ha escalado de manera alarmante. Según datos oficiales, se han registrado 100 incidentes de disparos este año, dejando 51 muertos y 56 heridos. Wickramasekara se convierte en la primera víctima política de este nuevo y sangriento capítulo.
Pero, ¿qué motiva estos ataques? El gobierno culpa a las rivalidades entre bandas de drogas. “Es una guerra de poder”, explica Nishantha Jayasuriya, un periodista local de 40 años. “Las bandas están luchando por controlar el mercado de drogas, y los políticos locales a menudo se ven atrapados en medio de estos conflictos.”
La inseguridad ha llegado a niveles insoportables. En muchos barrios, la gente ya no se siente segura. Y la pregunta que todos hacen es: ¿qué está haciendo realmente el gobierno para detener esto?
Las autoridades han prometido implementar la ley con mano dura. Policías han arrestado a varios líderes de bandas y criminales notorios. Algunos de estos sospechosos estaban escondidos en países como Dubai, Indonesia, India y Nepal. La colaboración internacional ha sido crucial para traerlos de vuelta a Sri Lanka.
Sin embargo, los resultados parecen escasos ante la creciente violencia. “Sabemos que hay muchos más criminales que siguen libres”, agrega Hiran. “Necesitamos que el gobierno haga más. No podemos vivir con miedo.”
En Latinoamérica también hemos experimentado oleadas de violencia política, donde los ciudadanos pagan el precio más alto. El silencio de las autoridades y la impunidad alimentan un círculo vicioso que solo parece empeorar con el tiempo.
Bueno…, a pesar de los esfuerzos, la sensación de inseguridad persiste. Y mientras tanto, familias como la de Lasantha Wickramasekara se enfrentan a la realidad de una pérdida irreparable.
¿Hasta cuándo seguirán sucediendo estos crímenes?
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