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En el fondo del océano, a metros de la costa dorada de Florida, descansa un trozo de historia que ha visto la luz de nuevo. Un grupo de buzos, contratados por la empresa de rescate de naufragios 1715 Fleet-Queens Jewels LLC, ha descubierto un tesoro que, en su tiempo, fue arrastrado por las aguas de un huracán. Más de 1,000 monedas de plata y oro, cuyo valor se estima en $1 millón, emergen tras siglos de silencio.
Hace trescientos años, una flota española zarpó desde las colonias del imperio, transportando riquezas que habían sido extraídas de las minas de Bolivia, México y Perú. Su destino final era España, un país que necesitaba desesperadamente el oro y la plata para sostener su decadente esplendor. Sin embargo, el 31 de julio de 1715, un huracán desgarró el cielo sereno y hundió la flota en las aguas de lo que hoy se conoce como la «costa del tesoro» de Florida. El océano, con su voracidad, guardó los tesoros durante más de tres siglos.
Esas monedas, muchas de las cuales conservan sus fechas y marcas de la casa de la moneda, son testimonios mudos de una época de opulencia y explotación. Para los historiadores y coleccionistas, cada moneda es una ventana a un mundo lejano, donde el poder y la riqueza iban de la mano con la violencia y la desigualdad.
Sal Guttuso, director de operaciones de 1715 Fleet-Queens Jewels LLC, describe el hallazgo con un tono de asombro y respeto: «Encontrar 1,000 monedas en una sola recuperación es algo extraordinario. Cada una es un pedazo de historia, un vínculo tangible con las personas que vivieron, trabajaron y navegaron durante el siglo de oro del imperio español.»
Para Leone, un arqueólogo de 45 años que trabaja en la región, el hallazgo es más que un tesoro material. «Cuando sostienes una de esas monedas, sientes la mano de un minero en Potosí, el sudor de un marinero en la cubierta, la ambición de un noble en Madrid. Es una conexión directa con el pasado, pero también con las desigualdades que persisten hoy.»
Joe, un pescador local de 58 años, recuerda que de niño escuchaba las historias de los tesoros perdidos. «Siempre soñé con encontrar algo así. Pero nunca pensé que sería parte de una historia tan grande. Es como si el mar nos devolviera algo que le debíamos.»
En Florida, la ley es clara: cualquier «tesoro encontrado» o artefacto histórico abandonado en propiedades estatales o en aguas estatales pertenece al estado. Sin embargo, las empresas de recuperación pueden obtener permisos para llevar a cabo trabajos de excavación. Cerca del 20% de los materiales recuperados debe ser entregado al estado para fines de investigación y exhibición pública.
A pesar de esta legislación, la pregunta que queda en el aire es quién se beneficia realmente de estos hallazgos. Mientras los buzos y los coleccionistas celebran, las comunidades indígenas y descendientes de esclavos, cuyo trabajo y sufrimiento alimentaron esas riquezas, a menudo son olvidados.
«Nos alegramos por el descubrimiento, pero no olvidemos que este tesoro tiene un costo humano», dice Ana, una activista de 32 años. «Es importante no perder de vista las historias de explotación y violencia que están detrás de cada moneda.»
El mundo ha cambiado, pero las desigualdades que animaron aquella flota siguen presentes. Mientras las monedas rescatadas del fondo del mar brillan en las vitrinas de los museos, las heridas de un pasado oscuro siguen abiertas. La historia, en su esencia, es un eco que no cesa, un recordatorio de que la justicia no siempre llega con el resplandor de un tesoro.
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