Walid-Makled-García

El imperio criminal del “narco de los narcos” al descubierto

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En una finca de Tocuyito, entre una pista de aterrizaje clandestina y camiones cargados de urea que nunca llegaron al campo, nació el imperio de un hombre que convirtió al Estado venezolano en su infraestructura logística. Walid Makled no construyó un cartel. Heredó un sistema y lo perfeccionó.

De contrabandista a “narco de los narcos”

Nacido en 1969 en Tinaco, hijo de una familia de origen sirio-libanés dedicada al comercio, Makled —conocido como “El Turco” o “El Árabe”— comenzó con lo que el país le ofrecía: fronteras porosas, instituciones débiles y funcionarios dispuestos a negociar. Primero fueron camiones asaltados con la complicidad de la Guardia Nacional. Luego, cocaína. Luego, todo.

A mediados de los años 90, dio el salto al narcotráfico de manera directa. Para los 2000, controlaba el puerto de Puerto Cabello, la aerolínea Aeropostal y tenía los derechos exclusivos para importar 600 millones de toneladas anuales de urea —fertilizante que también servía como precursor químico para la cocaína en Colombia.

El Estado como blindaje

El ascenso de Makled no fue posible por su astucia, sino por la complicidad estructural. Tras la ruptura de Venezuela con la DEA en 2005, operó con total impunidad. Sus aviones despegaban desde la rampa presidencial de Maiquetía. Uno de ellos, el tristemente célebre “Cocaine One”, fue interceptado en México en 2006 con más de cinco toneladas de droga, vinculando a las FARC con el Cartel de Sinaloa.

Pagaba un millón de dólares mensuales a generales, diputados y altos funcionarios. Afirmó haber financiado con dos millones la campaña por la reforma constitucional de Hugo Chávez en 2007. Y señaló directamente a Tareck El Aissami y a su hermano Firaz como receptores de sobornos.

Asesinatos para silenciar la verdad

Detrás de los kilos de cocaína, había cuerpos. El periodista Orel Sambrano y Pierre Gerges fueron asesinados por investigar sus negocios. El veterinario Francisco Larrazábal murió tras denunciar actividades sospechosas en la Hacienda El Rosario. Todos caían bajo el mismo patrón: dos sicarios en moto, disparos rápidos, huida inmediata.

Según sus propias declaraciones, Makled ordenó esos crímenes para silenciar a quienes lo señalaban. El mensaje era claro: quien hable, desaparece.

Justicia a medias, impunidad intacta

Extraditado a Venezuela en 2011 tras su captura en Cúcuta, fue condenado en 2015 a 14 años y medio —una pena leve para un capo que movía 10 toneladas de cocaína al mes. En 2019, una nueva sentencia lo elevó a 21 años, pero muchos sospechan que su silencio fue comprado.

Mientras, los funcionarios que él denunció —desde Tareck El Aissami hasta altos mandos del “Cartel de los Soles”— siguen en el poder o han sido promovidos. Makled cumple condena en el Helicoide, bajo estricto aislamiento. Pero su legado no está enterrado.

Está en manos de quien lo conoce mejor: su familia.

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