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Estados Unidos sanciona a gigantes rusos del petróleo: un golpe crítico a la estrategia de Putin – MundoDaily

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La GUIÑADA DE WASHINGTON: MOSCÚ EN LA LISTA NEGRA

Aún tiene margen, sí, pero cada vez menos. La última, y en cierto modo sorpresiva, ronda sancionadora de Estados Unidos contra Rosneft y Lukoil, dos gigantes de la industria fósil rusa, ha estrechado la capacidad de maniobra de Vladímir Putin. El presidente ruso advirtió el jueves a Donald Trump de que le saldrá caro a los estadounidenses. El entorno del Kremlin no esconde el escozor que ha provocado el movimiento en Moscú. Contaba con alejar a la actual Administración estadounidense de la causa ucraniana, y el paso dado va justo en dirección contraria.

Jorge León, vicepresidente y jefe de análisis petrolero de la consultora noruega Rystad Energy, lo califica de “escalamiento muy significativo en la presión a Rusia”. Pero la clave está en qué harán ahora Turquía y, sobre todo, la India. Las indicaciones preliminares apuntan a que pueden dejar de comprar crudo ruso, lo que supondría un riesgo significativo para Moscú. Son, dice León, alrededor de un millón de barriles diarios los que estarían en el alero.

Si el crudo ruso ya era tóxico desde 2022, con el inicio de la guerra, a partir de ahora también lo serán Rosneft y Lukoil. “Ni Rosneft ni Lukoil podrán acceder al sistema financiero internacional, no podrán cobrar en dólares, y las empresas aseguradoras y de transporte tampoco podrán trabajar con ellas”, aquilata León, con una dilatada carrera como analista petrolero a sus espaldas.

La pelota queda, ahora, en el tejado de quien le compra esos ingentes cargamentos de crudo y, muy particularmente, en el de la India, siempre a caballo entre Occidente y el nuevo orden que trata de liderar Pekín. La gran duda es si los importadores indios llegan a acuerdos con ambas para pagar en moneda local (rupias o rublos), arriesgándose a un daño reputacional con una Casa Blanca que ya no les mira con tan buenos ojos.

La India es, junto con China, el país más beneficiado con las compras de crudo ruso a precio de derribo desde el inicio de la guerra. En los tres últimos años, Nueva Delhi ha pasado de ser un cliente más a convertirse en el segundo comprador de petróleo Urales y en el principal destinatario de la flota en la sombra, la añagaza con la que Putin ha tratado de sortear, con relativo éxito, las sanciones occidentales.

De pronto, Estados Unidos parecía no ser el gran enemigo de Rusia, como siempre le había presentado Putin. El simbolismo gestual era evidente. Ahí quedan los intercambios de prisioneros, los encuentros entre Serguéi Lavrov y Marco Rubio, la cumbre de Alaska, y los preparativos para un nuevo encuentro con Trump. De ahí que el giro de la Casa Blanca esté escamando tanto en Moscú.

“Estados Unidos es nuestro adversario, y su locuaz ‘pacificador’ se ha lanzado de lleno a la guerra contra Rusia”, denuncia Dmitri Medvédev, vicepresidente del Consejo de Seguridad ruso. “Las decisiones tomadas son un acto de guerra contra Rusia: Trump se ha alineado plenamente con la demente Europa. Pero esta última oscilación del péndulo de Trump tiene una clara ventaja para Rusia: permite atacar con diversas armas sin importar unas negociaciones innecesarias”. La suya no es una voz menor: además de expresidente y ex primer ministro, es uno de los hombres más cercanos a Putin.

Concesiones reales, eso sí, no ha habido ninguna: el Kremlin se ha mantenido firme en su rechazo a una tregua sin condiciones y, por supuesto, a una paz verdadera. Conquistas territoriales al margen, sus objetivos últimos son sentar en Kiev un Gobierno títere que devuelva a Ucrania a su órbita y desarmar el país para tenerlo a su merced.

A la espera de conocer el daño real de estas nuevas cortapisas, dos reacciones alientan a pensar que será mucho más profundo que en anteriores ocasiones. Del lado europeo, Lituania, uno de los apoyos más vocales de Kiev en la UE, habla de “cambio radical” que “afectará directamente al sector que está generando los ingresos necesarios para mantener la máquina de guerra rusa”. Poco después, China cargó duramente contra una medida que, dice, “carece de fundamento en el derecho internacional”.

La exportación de combustibles fósiles es un pilar fundamental de la economía rusa. Pese a tener los años contados, sigue siendo el mayor sector productivo del país. Uno de cada cuatro rublos que ingresa el erario ruso tiene origen en la energía fósil. Sin ellos, la invasión de Ucrania sería poco menos que una quimera. La campaña militar absorbe del orden del 40% del Presupuesto ruso. Agotadas las reservas, Moscú se ha visto obligada a realizar una importante subida de impuestos en 2026 para soportar este gasto.

El giro de Trump abre la puerta a sus peores escenarios: un mayor ajuste fiscal y más sacrificios para sus ciudadanos justo cuando trata de ajustar una economía desfigurada por el gasto militar y que se asoma al precipicio desde hace meses.

“Esto es un golpe directo a nuestro bolsillo. La subida de impuestos en 2026 ya nos tiene preocupados, y ahora vienen estas sanciones. ¿Qué haremos si el petróleo deja de fluir?” reflexiona María Rodríguez, una ama de casa de 42 años en Moscú. “Veo en las calles a gente cada vez más estresada, más irritada. Todos sabemos que algo está pasando, pero el Kremlin nos sigue diciendo que todo está bajo control.”

“La gente de a pie no entiende bien lo que está sucediendo, pero siente que está en una montaña rusa económica. Los precios suben, los salarios no. Y ahora esto. No sé cómo van a reaccionar si las cosas empeoran,” añade Serguéi Svetlov, economista de 38 años en San Petersburgo.

La verdad es que la economía rusa, tan dependiente del petróleo y el gas, enfrenta tiempos inciertos. Y el Kremlin, aunque se muestra firme, sabe que el margen de maniobra se estrecha. ¿Qué pasará si la India y Turquía deciden no arriesgarse? La respuesta, por ahora, se pierde en el horizonte incierto y cambiante de la geopolítica global.

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