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En el frío del otoño, la luz se apaga en Ucrania. Los misiles rusos no distinguen entre objetivos militares y civiles. Los ataques a infraestructuras de energía han dejado comunidades enteras en la penumbra, sin agua ni calefacción, y con el miedo como única compañía. Este viernes, los ministros de energía del G7 condenaron las acciones de Moscú, calificándolas de “terror energético” y exigiendo un alto a la violencia. Pero las palabras no calientan a los ucranianos que esperan el invierno.
La capital, Kiev, está bajo tension. Yulia Svyrydenko, primera ministra de Ucrania, denunció que Moscú intenta “sumir a Ucrania en la oscuridad”. Los ataques han cobrado la vida de al menos siete personas y han dañado instalaciones cruciales, desde centrales eléctricas hasta subestaciones que suministran energía a hospitales y hogares.
Testimonio 1: Valentyna Kovalenko, 63 años, jubilada de Kiev.
“Los bombardeos son como un eco constante. Cuando empieza, el corazón late tan fuerte que duele. No hay electricidad, y los niños tienen que hacer los deberes a la luz de las velas. Mi casa es fría, y el miedo, caluroso. ¿Qué futuro nos espera?”
El G7 ha prometido apoyo financiero y técnico para reconstruir el sistema energético de Ucrania. Los países miembros —Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, Reino Unido y Estados Unidos— han ofrecido asistencia directa, créditos, seguro de riesgo y políticas de alineación para atraer inversiones privadas a largo plazo. Pero el tiempo se agota, y el invierno ya asoma su rostro cruel.
El Ministerio de Asuntos Exteriores ucraniano acusó a Rusia de “terrorismo nuclear”. El ataque a las subestaciones que alimentan las plantas nucleares del país no solo pone en riesgo la vida de los civiles, sino que también amenaza con una catástrofe ambiental. “Las estaciones nucleares están siendo utilizadas como rehenes”, afirmó Svyrydenko.
Testimonio 2: Oleh Petrov, 38 años, ingeniero de Chernóbil.
“Es una lotería vivir aquí. Cada día es una batalla. Si se corta el suministro de energía, los sistemas de seguridad fallan y el riesgo de un desastre nuclear aumenta. Pero ¿dónde iríamos? Esta es nuestra tierra, y no queremos abandonarla. La gente está asustada, pero no hay otra opción que resistir.”
La Agencia Internacional de Energía Atómica (IAEA) ha alertado sobre los peligros de la situación. Rafael Grossi, director general de la IAEA, ha instado a las partes a mostrar “máxima moderación militar” cerca de las instalaciones nucleares. Europa depende en gran medida de la estabilidad energética de Ucrania, y un incidente en las plantas nucleares podría tener consecuencias globales.
Moscú niega deliberadamente su responsabilidad. Alega que sus ataques son una respuesta a los bombardeos ucranianos contra infraestructuras civiles rusas. Sin embargo, las victimas son reales, y la evidencia apunta claramente a un objetivo: debilitar la resistencia ucraniana a cualquier costo.
La planta nuclear de Zaporiyia, la más grande de Europa, ha sido un punto crítico. Desde su captura por las fuerzas rusas en febrero de 2022, ha operado con interrupciones constantes. En octubre, la administración rusa de Zaporiyia anunció que había reparado una línea de alta tensión, restaurando temporalmente el suministro de energía. Sin embargo, la planta sigue en riesgo, dependiendo de generadores de respaldo para mantener la seguridad nuclear.
La verdad detrás de esta guerra no es solo la de los políticos y generales, sino la de los ciudadanos. Personas como Valentyna y Oleh, que luchan día a día por mantener viva la esperanza en medio de la oscuridad. Mientras el mundo observa y espera, la pregunta sigue en el aire: ¿cuánto más podrán resistir?
¿Y nosotros, qué haremos mientras la oscuridad avanza?
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