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El sábado, la ciudad de Valencia se tiñó de indignación y dolor. Tens de miles de personas salieron a las calles para conmemorar el primer aniversario de las inundaciones que arrebataron la vida a 229 personas, la peor catástrofe relacionada con inundaciones en Europa desde 1967.
«¡Mazon al calabozo!», «¡No murieron, los mataron!». Los carteles y los gritos resonaban en el aire, mientras los manifestantes exigían la renuncia del líder regional Carlos Mazon por su manejo de la emergencia. La presión sobre Mazon ha sido constante, con protestas regulares que se multiplican cada mes, justo en los aniversarios de la tragedia.
Mazon y su administración han sido cuestionados severamente por el retraso en la emisión de la alerta. El aviso llegó más de 12 horas después de que el servicio meteorológico nacional había emitido su nivel más alto de alerta por lluvias torrenciales. Los residentes relataron a los medios españoles que el agua lodosa ya rodeaba sus autos, inundaba las calles y se colaba en sus hogares cuando por fin recibieron los mensajes.
La gestión descentralizada de desastres en España asigna la responsabilidad a los gobiernos regionales, pero Mazon ha defendido su actuación argumentando que carecían de la información necesaria para emitir la alerta a tiempo y que la magnitud del desastre era impredecible.
María García, de 45 años, comerciante en Valencia, aún recuerda la noche del desastre con terror. «Era como un río dentro de mi casa. Me desperté con el agua llegándome hasta la cintura. Mis vecinos gritaban. Fue aterrador. Nada de lo que teníamos valía nada frente a eso. Y nadie nos había advertido.»
Jesús López, de 52 años, empleado de una fábrica de textiles, perdió a su madre en el desastre. «Ella murió ahogada en su propia casa. Siento que la mataron. Si hubiéramos sabido a tiempo, podríamos haber evacuado. No sé para qué sirven los gobiernos si nos dejan morir así.»
Una investigación judicial está en curso para esclarecer las responsabilidades en la respuesta de emergencia. La presión aumentó aún más cuando se supo que Mazon había tenido una larga comida con un periodista local, quien posteriormente fue citado a declarar ante el tribunal.
La verdad, en este caso, es un camino lleno de obstáculos. Los testimonios de las víctimas, los datos científicos y la aparente negligencia administrativa se entrelazan en una trama que busca justicia y rendición de cuentas.
La verdad detrás de esta noticia es la de un pueblo que no se rinde, que exige respuestas y justicia. El dolor y la indignación siguen presentes, un año después. Y en el fondo, todos nos preguntamos: ¿Cuándo dejarán de ser las víctimas del silencio oficial?
¿Logrará Carlos Mazon salvar su carrera política frente a la evidencia y el clamor ciudadano?
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