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En una esquina del complejo escolar de Java, un silencio ominoso reemplaza los gritos y risas de los estudiantes que un día se juntaban para rezar. El martes por la mañana, lo que quedaba de la estructura derruida se transformó en un escenario de pesadilla. Ahora, tres días después, las máquinas pesadas comienzan a remover los escombros, y con ellas, las últimas esperanzas de encontrar supervivientes.
El lunes, un piso del colegio de múltiples niveles en Java colapsó mientras decenas de estudiantes se encontraban en el edificio. Entre los escombros, la tristeza y el miedo se han adueñado de la comunidad. Cinco estudiantes fueron rescatados el miércoles, pero el número de desaparecidos ronda los 60, casi todos jóvenes varones de entre 13 y 18 años.
Suharyanto, el jefe de la Agencia Nacional de Mitigación de Desastres de Indonesia, explicó que, tras un análisis exhaustivo con equipos de alta tecnología, incluyendo drones térmicos, se determinó que no existían signos de vida. «Las máquinas entrarán, pero con la máxima precaución», afirmó, consciente de que cualquier movimiento brusco podría causar más daño.
La tragedia ha dejado cicatrices profundas en la comunidad. Abuelos, padres y hermanos se congregan en las afueras del colegio, esperando noticias que temen escuchar. En el hospital cercano, los familiares de los cinco estudiantes rescatados agradecen, pero saben que sus vidas nunca serán las mismas.
«Yo no sé cómo seguirá mi hijo. Se salvó, pero sus amigos no. ¿Cómo le explico eso?», dice Amin, padre de uno de los rescatados. El dolor contenido en sus palabras refleja la angustia de muchas familias que esperan, angustiadas, por noticias de seres queridos.
Más de 200 rescatadores, incluyendo voluntarios y personal de emergencia, han estado trabajando incansablemente. Ambulancias permanecen listas para trasladar a cualquier sobreviviente al hospital. Sin embargo, la decisión de utilizar maquinaria pesada no ha sido fácil. Pratikno, el Coordinador Ministerial para el Desarrollo Humano y Cultural, explicó que se consultó a las familias antes de tomar la decisión. «Entendemos que esto es doloroso, pero no podemos seguir arriesgando a los rescatadores sin esperanza de encontrar más personas con vida», afirmó.
La comunidad, mientras tanto, busca respuestas. La estabilidad de la estructura del edificio y la calidad de las obras de mantenimiento han sido cuestionadas. «¿Cómo es posible que un edificio escolar, donde se supone que nuestros hijos están seguros, se derrumbe así?», pregunta Linda, madre de una estudiante que logró escapar. Su indignación es compartida por muchos, quienes exigirán una investigación exhaustiva.
En el mundo de las tragedias, las ruinas de un colegio en Java son un símbolo de la fragilidad de la vida y la vulnerabilidad de los sistemas que deberían proteger a los más jóvenes. La esperanza, una vez vibrante, ahora se desvanece entre los escombros, dejando un vacío que ninguna máquina podrá llenar. Mientras los rescatadores continúan su labor, las preguntas y el dolor permanecen, recordando que, más allá de los esfuerzos, la verdad y la justicia son necesarias para cerrar esta herida.
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