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En el dugout de los visitantes en el Kauffman Stadium, el gerente de los Cleveland Guardians, Stephen Vogt, reflexiona sobre su antiguo rol de coach de bullpen y control de calidad de los Seattle Mariners. Mientras el sonido de las bolas chocando los guantes retumba en el fondo, Vogt imita a Creed Bratton, el peculiar gerente de calidad de la serie «The Office»: «Quabity. Quabity assuance. ¿Por qué me hacen tantas preguntas?»
La evolución de los roles de los entrenadores en las Grandes Ligas refleja un cambio profundo en la estructura de las organizaciones deportivas. Si alguna vez el staff de entrenadores se limitaba a seis figuras claramente definidas — gerente, entrenador de bateo, entrenador de pitcheo, entrenador de primera y tercera base, y el coach del bullpen —, hoy la lista de papeles es tan larga como variada. Los equipos han incorporado roles como «estrategista de rendimiento y datos» (Miami Marlins), «entrenador de planificación de juegos y prevención de carreras» (Boston Red Sox) y «director de defensa, carrera base y estrategia» (Cleveland Guardians).
«En los últimos años, el deporte se ha vuelto más analítico y tecnológico,» explica Matt Quatraro, gerente de los Kansas City Royals. «Hay tanto trabajo por hacer en cada área que necesitas personal para mantener el ritmo.»
La proliferación de estas nuevas denominaciones no es simplemente un ejercicio de marketing. Para muchos en el juego, estas innovaciones representan una necesidad real. Mike Shildt, gerente de los Padres de San Diego y ex-entrenador de control de calidad, reconoce: «Al principio, pensé, ‘¿En serio?’ Pero ahora lo veo de otra forma. La diversidad no significa peor. Con más personas e información, podemos justificar que haya roles específicos.»
Para Vogt, su papel como entrenador de control de calidad en los Mariners significaba más que ser solo el coach de bullpen. Asistía en reuniones de bateo, colaboraba con los receptores y coordinaba información con los entrenadores de bateo y pitcheo. «Tenía miedo de que los entrenadores de bateo se molestaran porque el coach de bullpen estaba hablando con un bateador, y viceversa,» confiesa. Sin embargo, en un entorno altamente competitivo, la colaboración se ha convertido en una necesidad, no en un lujo.
En el caso de Ryan Flaherty, quien pasó de ser coach de campo interno a coordinador ofensivo de los Padres de San Diego, el cambio tuvo más que ver con la adaptación a las nuevas demandas. «Ahora el béisbol es menos siloízado,» dice Flaherty. «La gente trabaja en muchas áreas. El desafío es encontrarle un nombre.»
El ascenso de títulos como «director de estrategia» y «coordinador ofensivo» refleja esta tendencia. En los Padres, Bobby Dickerson pasó de ser coach de campo interno a gerente, mientras que Skip Schumaker se convirtió en entrenador asistente. «En realidad, las responsabilidades no cambiaron,» admite Schumaker, quien ahora es asesor sénior de los Texas Rangers. «Pero ese título ayudó a atraer talento.»
Para los jugadores, estas nuevas figuras pueden marcar la diferencia. Trent Blank, director de estrategia de pitcheo de los Seattle Mariners, describe su rol: «Ayudo a dirigir la implementación de tecnología y análisis, trabajando con el entrenador de pitcheo antes y durante cada juego.» Para Blank, esta posición es una de las mejores en el béisbol: «Cada equipo encuentra su propia manera de adaptar estos roles a sus necesidades.»
En los Cleveland Guardians, la estructura ha cambiado para alinear mejor las filas. «Hemos trabajado para que haya filosofías y programas organizacionales que se reflejen en todos los niveles,» afirma Chris Antonetti, presidente de operaciones de béisbol de los Guardians. Jason Esposito, quien pasó de ser coordinador de producción de carreras a asistente de entrenador de bateo, lo confirma: «Nadie puede explicar la diferencia, pero la alineación es clave.»
La adaptación a estos cambios también se refleja en la forma en que los equipos retienen y avanzan talento. Brandon McDaniel, quien pasó de ser entrenador de fuerza y acondicionamiento en las minores a ser el coach de integración de desarrollo de los Dodgers, destaca: «Mi camino es diferente, pero soy un apoyo para los entrenadores, y mi objetivo es ayudar a desarrollar a los jugadores.»
A pesar de la diversidad de títulos, la esencia del béisbol permanece. «El desarrollo de jugadores en el nivel de las Grandes Ligas es uno de los grandes desafíos del deporte,» comprende Mike Hazen, gerente general de los Diamondbacks. «La clave es hacerlo sin sobrecargar al personal.»
No todos los cambios son sin complicaciones. Skip Schumaker, ahora asesor sénior de los Rangers, advierte: «Es un privilegio estar en el clubhouse de las Grandes Ligas, y a veces, el exceso de títulos puede desdibujar esa esencia.»
En la liga, el equilibrio es crucial. Chris Antonetti asegura: «Es importante mantener la alineación sin crear excesos.» Andrew Friedman, presidente de operaciones de béisbol de los Dodgers, coincide: «Hay que cubrir todas las bases, pero sin perder de vista el núcleo del juego.»
En un rincón del dugout, Stephen Vogt mira hacia el campo y reflexiona: «El béisbol siempre ha sido un juego de números, pero ahora son más que simples estadísticas. Son decisiones que afectan vidas.»
El mundo del béisbol moderno se ha transformado, y con él, los roles de quienes lo sostienen. Pero en el fondo, sigue siendo un juego de personas. Y en cada título, en cada cambio, en cada estrategia, sigue habiendo un humano que busca dar lo mejor en cada lanzamiento.
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