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En el salón de negociaciones, Donald Trump y Xi Jinping se enfrentan por primera vez desde 2019. El aire es denso, cargado de tensiones y expectativas. Ambos líderes, sabedores del peso de sus decisiones, firman un acuerdo que marca un alto en la guerra comercial que ha azotado a ambos países. Pero, ¿qué hay detrás de esta tregua? ¿Es un verdadero acuerdo de paz, o simplemente un respiro temporal?
China y los Estados Unidos han acordado aliviar la tensión comercial, al menos por ahora. Ambas partes han cedido, y algunas de las medidas más dolorosas se han pospuesto por un año. Pero, ¿qué tácticas utilizó cada side en esta batalla entre las dos mayores economías del mundo? ¿Funcionarán estas estrategias? Y, más importante aún, ¿qué panorama a largo plazo se vislumbra: una verdadera concordia o más conflictos?
“La verdad es que, para los empresarios, cualquier señal de alivio es bienvenida”, dice Andrés Ramírez, un empresario colombiano con negocios en el sector textil que exporta a Estados Unidos. “Pero, honestamente, no confío mucho en la solidez de este acuerdo. Ya hemos pasado por tantas falsas esperanzas…” Andrés, de 45 años, ha enfrentado importantes pérdidas debido a las restricciones comerciales y la incertidumbre en el mercado.
Neil Thomas, Fellow en la Asia Society Policy Institute’s Center for China Analysis en Washington, DC, explica que la estrategia de Estados Unidos ha sido principalmente la imposición de aranceles para presionar a China. “El objetivo era forzar cambios en las prácticas comerciales de China, especialmente en temas de propiedad intelectual y transferencia tecnológica. Sin embargo, los resultados han sido mixtos.”
Por su parte, China ha adoptado una postura defensiva, respondiendo con sus propios aranceles y buscando diversificar sus mercados. Andy Mok, investigador sénior del Centro de China y Globalización en Beijing, destaca que “China ha apostado por la paciencia y la resistencia, buscando fortalecer su economía interna y desarrollar nuevas alianzas comerciales. El acuerdo es un paso táctico, pero no significa que el conflicto haya terminado”.
“En realidad, nosotras, las pequeñas y medianas empresas, somos las que más sufrimos con estos cambios bruscos”, cuenta María Fernández, una empresaria de 38 años que importa productos electrónicos de China. “Cada vez que hay un nuevo arancel o una nueva restricción, tenemos que reinventarnos. Es agotador, pero no queda otra.” María ha tenido que reestructurar sus cadenas de suministro varias veces en los últimos años, lo que ha aumentado sus costos y reducido su margen de beneficio.
William Lee, economista jefe del Milken Institute en Los Ángeles, señala que “aunque el acuerdo proporciona un respiro, las raíces del conflicto siguen presentes. Las diferencias estructurales en la economía y las políticas comerciales de ambos países no se han resuelto”. Lee advierte que la tregua podría ser efímera si no se abordan estos problemas de fondo.
La verdad es que, en el mundo de los negocios globales, la incertidumbre es una constante. Pero la tregua entre Estados Unidos y China ofrece un respiro, aunque sea temporal. Para empresarios como Andrés y María, cada día sin nuevas restricciones es un día ganado. Sin embargo, la pregunta que sigue rondando es: ¿Podrá este acuerdo desencadenar una verdadera paz comercial, o simplemente posponer el inevitable(next)? taboo: ‘conflicto’.
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