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En una tienda de Shandiz, una ciudad del norte de Irán, el aire se carga de tensión. Un hombre acerca el rostro a las dos mujeres que están frente a él. La cámara de seguridad capta sus miradas, mezcla de miedo y desafío. Sin mediar palabra, el hombre agarra un tubo de yogur del estante y lo arroja con precisión, impactando a las dos mujeres en la cabeza. El sonido del envase al estrellarse se funde con el silencio que sigue. Un empleado masculino interviene, sacando al agresor del lugar. La secuencia dura apenas unos segundos, pero es suficiente para que el mundo atestigüe un acto de violencia que ha venido creciendo en las calles de Irán.
El incidente en Shandiz no es un evento aislado. Desde que el gobierno iraní endureció su postura sobre el uso del velo en septiembre del año pasado, las mujeres han estado bajo una vigilancia constante. El sistema político y religioso en Irán, una teocracia islámica, ha construido una red de control que se extiende desde la policía de la moral hasta las leyes penales. La obligatoriedad del velo es un pilar de este sistema, una herramienta de poder que se usa para mantener a la población femenina en una posición de subordinación.
Las raíces de esta política se remontan a los primeros años de la Revolución Islámica de 1979, cuando el Ayatolá Khomeini impuso el uso del velo como un símbolo de la nueva identidad nacional. Aunque inicialmente parecía un gesto simbólico, pronto se convirtió en una medida represiva que se ha endurecido a lo largo de las décadas. La falta de un marco legal que proteja los derechos de las mujeres, sumada a la tolerancia social de la violencia contra ellas, ha creado un ambiente donde incidentes como el de Shandiz son posibles.
Hania, 28, profesora en una escuela de Shandiz, recuerda la primera vez que fue abordada por la policía de la moral. «Me pidieron que me pusiera el velo correctamente. Yo estaba asustada, no sabía qué hacer. Desde ese día, llevo el velo por miedo, no por convicción.» La tensión entre la obligación legal y la libertad personal se vive día a día. «Ahora, cada vez que salgo a la calle, siento que alguien me observa, esperando un error,» confiesa Hania, su voz temblando ligeramente.
Marjan, 35, trabajadora en una fábrica textil, tiene una historia similar. «Vi a mi hermana siendo arrestada por no llevar el velo de la manera adecuada. Desde ese día, ella se quedó en casa, con miedo de salir. Yo sigo trabajando, pero cada vez que paso por la calle, me pregunto si también me tocara.»
La vida cotidiana en Shandiz se ha teñido de miedo y vigilancia. Las mujeres deben estar constantemente alertas, calculando cada movimiento, cada palabra, cada gesto. «Es una vida de silencios y entregas, de aceptar lo que no podemos cambiar,» dice Marjan, su voz denotando una resignación amarga.
Tras el incidente en la tienda, las autoridades locales aseguraron que se iniciaría una investigación. Sin embargo, la falta de avances significativos en los casos de violencia contra las mujeres en Irán es notoria. En muchos casos, los agresores son liberados sin consecuencias legales, y la justicia parece estar fuera del alcance de las víctimas.
Organizaciones internacionales como Amnistía Internacional y Human Rights Watch han denunciado la impunidad con la que se manejan estos casos. La falta de denuncias formales, el miedo a las represalias y la desconfianza en el sistema judicial han llevado a que muchos casos queden sin resolver. «Es como si estuviéramos solas en un mar de injusticia,» comenta Hania, su voz cargada de frustración.
En un país donde la palabra del gobierno es ley, la resistencia a estos abusos se vuelve casi inaudible. Las voces de las mujeres que intentan luchar por sus derechos son frecuentemente silenciadas, ya sea a través de la intimidación, el arresto o la marginalización social.
En los callejones de Shandiz, el yogurt derramado es un símbolo de una violencia que no se limpia con facilidad. Es un recordatorio de que, detrás de cada gesto de miedo, hay una historia de lucha y resistencia. La lucha por la libertad y la dignidad es un camino pedregoso, lleno de cicatrices y silencios, pero es un camino que no puede ser detenido por el miedo.
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Publicado: 2023-04-03 06:17:00