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El presidente interino de Siria, Ahmad Al-Sharaa, aterrizó en el aeropuerto de Washington el sábado pasado. La visita, que incluye un encuentro con el presidente estadounidense Donald Trump el próximo lunes, es un hecho sin precedentes en la historia diplomática de ambos países. Al-Sharaa, quien lideró el grupo Hayat Tahrir al-Sham, anteriormente afiliado a Al-Qaeda, y que derrocó al régimen de Bashar Assad el año pasado, ha sido recibido con una mezcla de asombro y escepticismo.
La visita de Al-Sharaa a la Casa Blanca no solo sorprende por su naturaleza simbólica, sino también por el contexto político que la rodea. El gobierno de Trump ha tomado pasos drásticos para acercarse a la nueva administración siria. El viernes, Estados Unidos retiró a Al-Sharaa de la lista de sanciones por terrorismo, apenas un día después de que el Consejo de Seguridad de la ONU hiciera lo mismo. Estos movimientos son indicadores de un giro estratégico en la política exterior de Estados Unidos hacia Siria.
Pero, ¿qué hay detrás de esta aparente reconciliación? La verdadera pregunta es: ¿por qué ahora?
En una entrevista con Ahmad Al-Sharaa en Damasco, el enviado estadounidense Tom Barrack mencionó que el líder sirio tiene previsto firmar un acuerdo para unirse a la coalición liderada por Estados Unidos contra el Estado Islámico. Además, fuentes diplomáticas de Siria revelaron a la AFP que Estados Unidos planea establecer una base militar cerca de Damasco. Según estas fuentes, la base tendría como objetivo coordinar la ayuda humanitaria y observar las dinámicas entre Siria e Israel.
La tarea de Al-Sharaa no será fácil. El país se encuentra en ruinas tras una guerra civil que ha durado más de una década, con un coste de reconstrucción estimado en 216 mil millones de dólares, según el Banco Mundial. Esta cifra, descrita como un «estimado conservador», pone de manifiesto la envergadura del desafío que enfrenta el nuevo gobierno sirio.
La visita de Al-Sharaa a la Casa Blanca no es solo un símbolo de una nueva era en las relaciones bilaterales, sino también un espejo que refleja las complejidades y contradicciones de la política internacional. Mientras algunos ven en esta visita la oportunidad de una paz duradera, otros ven una nueva fase de conflicto y desconfianza.
Testimonios:
La verdad es que, detrás de esta diplomacia de alto nivel, hay millones de sirios que aún no pueden ver un futuro claro. La visita de Al-Sharaa a la Casa Blanca podría ser un paso hacia la estabilidad, pero el camino es largo y está lleno de obstáculos. ¿Será suficiente para reconstruir la confianza perdida?
¿Qué queda de un país después de una guerra? La respuesta está en las calles de Siria, donde la esperanza y el desencanto coexisten en un delicado equilibrio.
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